Ingredientes que potencian el efecto adictivo de la nicotina; que encubren los efectos secundarios del consumo o que enmascaran el olor y el sabor del tabaco. Es casi imposible conocer los ingredientes que componen los cigarrillos pero está claro que las tabaqueras emplean técnicas muy sofisticadas para saber qué utilizar.
Los autores de un estudio, procedentes, entre otros centros, de la Universidad de California en Los Ángeles (EEUU), analizaron distintas bases de datos y unos 10.000 documentos privados de la industria para intentar adentrarse en esa 'masa secreta'. Sus resultados aparecen publicados en 'American Journal of Public Health'.
Todo bien atado
Una de las primeras conclusiones que se extraen del trabajo es que en los cigarrillos modernos nada se deja al azar. Su composición responde a una verdadera obra de ingeniería donde cada componente cumple una función concreta.
De los 599 aditivos conocidos, un centenar tiene una acción farmacológica. Además de enmascarar la visibilidad o el olor del humo, estas sustancias pueden alargar la presencia de la nicotina en el organismo, acentuando su capacidad adictiva. La combinación de azúcar, sorbitol y fosfato de diamonio "aumenta los niveles de alquitrán y nicotina y el número de caladas".
"Amplificar el potencial adictivo de los cigarrillos [...] incrementa la probabilidad de que los nuevos fumadores se hagan adictos y que los consumidores actuales tengan más dificultades para dejarlo. En consecuencia, habrá más niveles de morbilidad y mortalidad relacionados con el hábito de fumar", denuncian los especialistas estadounidenses.
Otro efecto buscado por la industria con estos ingredientes es el de encubrir los síntomas asociados con el consumo. Esto provoca, por ejemplo, que un fumador no tosa, cuando lo lógico sería que lo hiciera.
"Debido a que la inclusión de aditivos botánicos o químicos puede reducir, enmascarar o prevenir el conocimiento que tienen los fumadores de los síntomas adversos de fumar [...], es posible que fumen incluso estando enfermos. Esto impide que el consumo y los beneficios de las ventas se reduzcan", apunta el trabajo.
Efectos del betacaroteno
La investigación también destaca que es posible que algunos de estos componentes no sólo no protejan de los efectos secundarios del tabaco sino que pueden propiciar su aparición. Es el caso del betacaroteno.
En la década de los 90, RJ Reynolds -fabricante de Camel- parece que estudió incluirlo. Pero, en 1994, 'The New England Journal of Medicine' demostró su posible relación con el cáncer de pulmón o de cardiopatía isquémica.
Por otro lado, distintos documentos internos de Philip Morris (productora de marcas como Marlboro) reflejan el interés por que la 'mezcla' logre unos efectos positivos. La tabaquera propone incluir sustancias que potencien que el cuerpo responda de una manera determinada, por ejemplo, suprimiendo el apetito.
Por último, los expertos subrayan que es posible que las propias tabaqueras desconozcan el efecto real que pueden llegar a tener muchos de los ingredientes que emplean. De hecho, no se encontró información sobre su acción cuando el pitillo está encendido.
"La industria tabaquera ha manipulado activamente el contenido de los cigarrillos empleando sustancias químicas y fitoquímicas potencialmente dañinas, que deberían ser reguladas", concluyen los autores.
Y añaden: "el uso incontrolado de aditivos en los productos somete a miles de millones de fumadores y no consumidores a un experimento sin control con efectos potencialmente devastadores sobre su salud".
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